Thursday 29 April 2010

Crítica Especial: La eterna niña sexy

Algún día tenía que pasar. Tenía que venir la hermosa niña de Hollywood a dirigir algo, y hacerlo a lo grande; lo mejor que pudiera y con toda la convicción del mundo. Esa hermosa niña, eterna, es Drew Barrymore; y ese algo es “Whip It”, una película que no merece un estreno en DVD y que tratamos de remediar con una crítica especial. Ah, ojo, que está en los video clubes pero los malditos de Blockbuster (se comenta que cierra) no la tienen todavía. Pero está en todos los otros locales. Véanla!

La crítica de “Whip It”, a continuación.

“Whip It”

Drew Barrymore ha visto todo. Estuvo en todos lados, trabajó con todos; alcanzó la cima, se cayó hasta el fondo y, con paciencia y profesionalismo, intentó escalar nuevamente. El año pasado recolectó premios muy importantes por su fantástica interpretación en “Grey Gardens”, y también dirigió su primer film, “Whip it”, que es bastante como ella: encantador, fresco, ganador y sexy en esa forma tan particular que Barrymore siempre nos ha hecho pensar lo ‘sexy’. Algunos amigos se me ríen cuando digo que Drew Barrymore es sexy (sí, a vos te hablo Yaye); sé que es linda, pero también es sexy.

Hermosa y conciente como Barrymore, Bliss Cavendar es la heroína del film. La interpreta Ellen Page, que nos recuerda a Barrymore no por sus elecciones de papeles o sus habilidades actores sino porque tiene esa naturalidad especial: no la que te hace grandioso (cualquiera puede lograr la grandeza –algo más relacionado con lo que los otros piensan y rara vez interesado en la verdad dentro de las personas-, tarde o temprano, aún si no lo merecen), me refiero a la naturalidad que no cuestiona el hecho de que alguien ha nacido para vivir en la pantalla, por siempre. Barrymore es ese alguien, y también Page.

Pero la heroína Bliss es un ser particular. Particular porque desafía internamente la naturaleza sofocante de un pueblo de Texas llamado Bodeen. La escena que abre el film es la preparación de un concurso de belleza. Mientras todas las chicas parecen Barbies a punto de ser guardadas en una caja, Bliss está en el baño con su mejor amiga Pash (Alia Shawkat, revelación) resolviendo una situación relacionada con un pelo color azul, si saben a que me refiero. Y no es que Bliss no sea hermosa (dije que lo era, ¿no?) e inteligente; puede ganar cualquier concurso de belleza pero no cree en ello. Aún así, lo hace porque es importante para su madre (Marcia Gay Harden, conmovedora como de costumbre). Además, no es que sea la adolescente rebelde, brillante y semi-revolucionaria que quiere cambiar el mundo. Necesita salir de Bodeen, simple y claro; y su mejor amiga necesita lo mismo. Esperen, todavía no he mencionado la mejor parte del personaje principal. Bliss sabe perfectamente lo que no quiere, pero todavía no ha encontrado lo que sí quiere; eso que va más allá de lo común y que podría –o no- definirla de alguna manera. La vemos trabajando en una cantina, y luego acostada en la cama. Podemos percibir que no es infeliz, pero tampoco se puede decir que vive llena de felicidad.

Como directora, Barrymore es lo suficientemente sabia para presentar a Bodeen no como el estúpido pueblito que podría aparecerse ante nosotros. Supongo que Shauna Cross, la escritora del film y autora de la novela en la que se basa, sabe que un pueblo como este no es siempre como lo vemos en películas. Pero Barrymore tiene la carta clave. Ha visto suficiente como para entender que hay desarrollos de trama convencionales que no pueden saltearse. Si hasta sabe que el papá interpretado por Daniel Stern tiene que ser medio primitivo pero con el corazón más grande que el resto de los personajes de la película. Sin embargo, ella lucha. No, no para traer algo nuevo (en ese caso, el ‘roller derby’, un deporte y evento principal del film, es algo lo suficientemente inexplorado): lucha por algo puro, honesto. La conexión transparente que siempre ha transmitido como actriz hace de “Whip it” la película que ella hubiera elegido hacer pero no pudo ser real hasta ahora. Ahora ella manda.

Es por eso que la música –de “The Section Quartet- suena, más que nada, como una banda sonora silenciosa, que no habla por los personajes. Es por eso que los personajes mayormente ni siquiera hablan por sí mismos (hay una escena romántica hermosa, filmada bajo el agua, que comienza con pura gestualidad y concluye del mismo modo, con miradas expresivas y total falta de palabras), excepto ‘Hot Tub’ Johnny Rocket (interpretado por Jimmy Fallon que, bien dirigido, es verdaderamente bueno, y logró la mejor actuación de su carrera junto a Barrymore en “Amor en juego”-aquí mi crítica-), el relator de los partidos de Roller derby, un personaje necesariamente insoportable que atenta contra la callada naturaleza del film. Es por eso que Bodeen nunca es realmente Bodeen y los sermones nunca son sermones (las conversaciones entre Bliss y sus padres, que son varias, son cortas y potentes, sin intentar un impacto dramático que sólo ocurre –inevitablemente- hacia el final y entre los padres, o cuando los padres están solos). Es por eso que hay un personaje que canta interpretado por un cantante, Landon Pigg.

Quiero decir, puede que exagere pero creo que Drew Barrymore es quizá la única persona que puede juntar un elenco que incluye a una doble de riesgo (Zoe Bell), una rapera (Eve), una comediante de Saturday Night Live (Kristen Wiig), dos probables skaters que nunca hicieron un film en sus vidas (Kristen Adolfi y Rachel Piplica), un comediante relativamente desconocido (Andrew Wilson) y una actriz nominada al Oscar (Juliette Lewis), entre otras cosas. Por supuesto que Barrymore hace un papel, pero uno muy pequeño, gentilmente exagerado hasta el punto que el espectador nunca está esperando su aparición. Y aún cuando es imposible obviar un momento creado por ella, enteramente para ella, en el que grita “¡pelea de comida!”, la Barrymore directora también demuestra ser poco egoísta y deja que sus actores brillen.

Oh, sí, brillan, en la historia sin fin que habla de encontrarse a uno mismo. El momento en el que Bliss conoce a tres jugadoras de roller derby, algo se quiebra (para bien); en ella y en la película, que hace lugar para una de sus pocas tomas en cámara lenta. Después hay un segundo momento, en el que luego de ver su primer partido, Bliss se acerca a una de las jugadoras y le dice: “Quería decirles que son mis nuevas heroínas”. Cuando uno sabe lo que quiere, ahí es cuando uno se vuelve sexy. La cosa con Drew Barrymore es que ella siempre lo supo.

---8/10

PD: La semana que viene, sin falta, el BAFICI, que me lo debo a mi mismo y a aquellas personas que leen esto y anduvieron por el festival!

Friday 16 April 2010

El retorno de las Mini-críticas

Estuvo lloviendo estrellas en la ciudad y yo me sigo preguntando qué fue de ti (la canción de Cristian Castro me tocará cantarla en la comedia musical que estamos haciendo este año –una relectura de una comedia de enredos de Shakespeare en tono, por supuesto, musical y levemente exagerado con el toque personal de María Vicens- pues ya repartieron los personajes), medio enfermo y con parciales por venir. Tengo, como siempre, mil cosas por decir y, para no complicar, quedarán, como siempre, para alguna otra ocasión. Sin embargo, déjenme sacarme las ganas haciendo una pequeña referencia. Tengo ganas de contarles de “Despertar de Primavera”, el exitoso musical de Hollywood que Cris Morena está produciendo aquí y que está en el Astral, protagonizado por Florencia Otero y Fernando Dente, y con la participación de un gran elenco que incluye una colega musical y gran cantante, Belén Pasqualini. Que Florencia es divina y es genial, que Fernando Dente resultó toda una sorpresa, que Belén la rompe y que Cris Morena puso mucho en juego para este emprendimiento; quiero hablar de cómo creo que funciona eso más ahora que comenzó (una vez más) “Casi ángeles” (el subtítulo "La Resistencia" es más que adecuado, y medio irónico, para un fenómeno que no parece terminar más). Por otro lado, tengo ganas de empezar a darle vueltas y detalles al mercado juvenil de Disney (lo más parecido a una invasión –de algún tipo- en todo nivel social y cultural): quiero hablar de sus estrellas más representativas, darle crédito a quienes lo merecen y desacreditar a los qué no (en los rubros que lo merecen y en los rubros que no), tratar de pensar algunos mecanismos y hacer ciertas predicciones. Finalmente, quiero hablar del BAFICI, pero todavía no terminó. Además, también les traigo críticas.

Directo y sin vueltas, el título del post habla de una referencia al director Peter Jackson. Agus Castelli y yo nos encontramos con “Criaturas celestiales” hace unos días, y las vacaciones de Semana Santa y un poco de tiempo libre (que en realidad no debió serlo) me trajeron algunas otras pelis que trataré de reseñar con compromiso.

Por ejemplo, las “Heavenly Creatures” de Peter Jackson son muy complejas porque no tienen absolutamente nada que ver con el cielo. La traducción al español es clara, y eso hace al título y al film aún más ambiguos. Desde el comienzo la idea es confusa. El guión se presenta como la adaptación de un diario, del de la protagonista Pauline (Melanie Lynskey), y uno puede intuir un relato autobiográfico; una historia real. Pero es todo ficticio, o no. Pauline Parker realmente existió y una tarde de junio de 1954 mató a su madre junto a su amiga Juliet Hulme (Kate Winslet, en su primera aparición cinematográfica mundial, y ya brillante). Sin embargo, y aunque el diario parece haber existido, el guión del director y su mujer Fran Walsh figura como una creación original. Y tal vez tenía que ser así, pues funciona mejor para los puntos fuertes de su película. Como espectador que no es tan fanático de la trilogía consagratoria de Jakson, creo fundamental decir que encuentro aquí la esencia del provecho que un hombre supo sacarle siempre a su país. Nueva Zelanda, en el cine, es Peter Jackson, y viceversa. Tuvo que venir James Cameron a visualizar, imaginar y finalmente crear Pandora más de una década después de “Heavenly Creatures”. Y es que resulta que en esta película lo que sobrevive es lo visual, y sobrevive –para otorgarle un cumplido al trabajo de guión, de trama y de historia- como muestra de las emociones de las dos protagonistas. Pauline y Juliet, más que dos chicas que encontraron afecto y compañerismo, son dos criaturas (y aquí encaja perfecto la palabra del título, pues son niñas jóvenes, inexpertas y en apariencia adorables; una en su aislamiento y la otra en su expresividad excesiva) que, tratando de combatir formas de vida que eran, al final del día, represivas, encontraron en la exageración y el delirio, en la creación imaginaria sin más sentido que la desesperación, la liberación más pura. Dañina también, por cierto; porque la vida no deja de avanzar y los problemas que cada una tenía antes de encontrar a la otra no pueden hacer más que incrementarse. Surgen algunas preguntas: ¿hasta cuándo alcanza este mundo alterno e imaginario para escapar de la realidad? ¿Se pueden confundir los dos mundos? Y si esto ocurre, ¿cuál prevalece? Y quién, por supuesto. Todo este sin fin de ideas acaba en la imaginación visual de Jackson, que logra otorgarle cualidades celestiales a los lugares más ordinarios. Esto quise decir al principio: en el mundo que Pauline y Juliet conciben, hay absolutamente ‘de todo’ (castillos, reyes, reinas, herederos, asesinatos, adulterio y mucha pasión), y que un director pueda traspasar todas estas ideas en papel, que vienen de la cabeza de estas niñas, para que uno pueda creerlas y vivirlas como ellas por medio de una pantalla, es un logro incomparable. Pero es un mundo que dista mucho de ser el cielo. Aunque si hay que ser honestos, para estas criaturas es un cielo provisorio.
---7/10

Y provisoria es la calma siempre para los funcionarios públicos como el congresista que Ben Affleck interpreta en “State of play”. Es un papel insignificante para Affleck, que en los momentos de dramatismo tiene que hacer demasiado esfuerzo porque sabe que este tipo de papeles todavía pueden ayudarlo a conservar aquello que conocemos como “credibilidad”. Su congresista sufre la muerte de su asistente, que también era su amante, y esto le sucede en un momento de tensión política importante. Al periodismo de investigación del más alto orden (cuidado con esto, vean el film que de periodismo tiene mucho) le huele a conspiración, y un equipo del diario comienza a indagar. Lo lidera Cal McAffrey, interpretado por Russell Crowe. Y puede que sea un papel de importancia para Crowe, bastante en la línea de lo que hizo en sus dos últimas colaboraciones con Ridley Scott. Lo que da a entender el periodista McAffrey, así como lo daba a entender, por ejemplo, el policía Richie Roberts en “American Gangster”, es que los buenos de este mundo están cansados, demacrados; van a contramano del avance tecnológico y de las novedades en general, y sobretodo viven contradiciendo a sus superiores, sin respetar los métodos tradicionales. En una palabra, son “mandados”; y tienen el acento de Russell Crowe. En fin, este McAffrey es el alma del primer largometraje de ficción de Kevin Macdonald desde “Last King of Scotland” (aquí mi crítica). “State of play” es un film que busca combinar varias cosas, manteniendo siempre una justa dosis de entretenimiento que sobrevuela el relato. Basándose en una mini-serie creada por Paul Abott, los guionistas arman una mezcla de denuncia política e integridad laboral, mezclándolo con un poco de amistad e intriga romántica, y una pizca de acción, suspenso…drama. Hay una Rachel McAdams que representa, moderna y hermosa como ella sola, la camada de nuevos periodistas “sabelotodos” que, en este caso, publican en un blog palabras y artículos sin mucha meditación. “Escupir palabras”, le dice McAffrey. Porque McAffrey no escupe nada. Él va a los lugares, interroga, presiona, se embarra, corre por las calles y se esconde detrás de los autos. Ojo, que esto es un dato pequeño pero importa: a McAffrey la gente lo respeta. El espíritu del film está ahí, y Macdonald intenta ser poco predecible y muy apasionado. Le sale bien, de a ratos, y hay momentos virtuosos como la secuencia de la muerte que dispara todo (bah, más de una secuencia de muerte le sale bien), y una interrogación cerca del final en la que Jason Bateman (siempre medido y encantador, aún cuando hace de hijo de puta) se luce. Por otra parte, sucede que al final McAffrey y su equipo tienen que entregar el artículo, no hay tiempo y el diario se va a empezar a imprimir. Entonces se atan los cabos sueltos de modo acelerado, y quedan cosas en el aire, que no siempre es bueno pero aquí sí porque durante todo el metraje se había dicho muy poco. Es interesante que un film que tiene en su centro una investigación y su resolución calle muchas cosas.
---7/10

Guy Ritchie, en cambio, parece no callar nada. Su primer película, “Lock, Stock and Two Smoking Barrels” es puro grito y disparos, puro ruido. Pero decir eso únicamente es bastante injusto. Es una película que tiene una historia, que tiene un desarrollo de personajes esquemático y bastante escaso pero que sirve para lo que se quiere contar. Hay gente que vive con lo justo y lo hace como puede; ese es el tipo de individuos que más que nada le interesan a Ritchie, y en esta película son cuatro. Son tipos que moralmente quedan bien parados, porque aunque roban y/o matan, no son muy inteligentes y uno puede ver que lo hacen porque realmente no les queda otra. Además, y esto es innegable cuando se exprime el carisma de actores como Jason Statham o Dexter Fletcher (por mencionar algunos), se aparecen simplemente como ‘buenos tipos’. Les sucede que apuestan su vida a un juego de póker, para ganar mucha plata y confiando plenamente en la habilidad de uno de ellos para las cartas. Esta situación, ya desde el vamos, es bastante triste (en el sentido de patético). Y se vuelve más triste con el pasar de los minutos, porque una constante del guión es que a la mayoría de los personajes -que aparecen como derivados de la historia de los cuatro principales pero van tomando diferentes niveles de protagonismo- les ocurren tragedias. Y como todos estos personajes son muy particulares -están descritos y detallados mediante una voz en off-, casi caricaturescos (un rasgo bastante ‘tarantinesco’), las tragedias funcionan a modo de comedia y aunque ninguna de ellas es hilarante, uno llega a sonreírse. Después hay un aspecto de selección musical que es sumamente acertado, así como lo son la fotografía que retrata este mundo de fracasados y desviados y la edición que acompaña la importante cuota de acción (otro rasgo bastante ‘tarantinesco’) con la que vive la película. Como dije, es un film ruidoso. Mi problema no es el ruido, ni los personajes, ni la acción, sino el hecho de que se siente todo el tiempo una necesidad por parte del director de marcar un antes y un después; de establecer una marca registrada en los diálogos, en las situaciones y en las imágenes. Entonces hay un regodeo visual que se hace excesivo y es innecesario, sobretodo porque hace más lento un desarrollo que intenta ser vertiginoso y que consigue una recta final –hay que decirlo- brillante. Pero mucho ya lo vimos antes en otros lados. Sé que parece que comparo únicamente con Tarantino, pero es que es innegable y es lo más directo. Aún así, el cine de Ritchie en su primera película marca un trazo grueso y se diferencia con Quentin en un aspecto que no es menor: donde allá muere gente y dentro de todo lo caricaturesco hay crueldades y hay tragedias (o al menos, para no confundir el uso de la palabra 'tragedia' en esta crítica, lo que se diría momentos perturbadores), aquí muere gente y lo caricaturesco es lo que es; un juego. Eso se percibe, y el inglés se posiciona como un director más dulce, menos terrible y perverso que su compinche americano.
---7/10

Ni americano ni inglés, Jim Sheridan filmó su primera película en su Irlanda natal, algo que siempre lo definirá y está en el corazón de su trabajo. La película en cuestión es “My left foot: The story of Christy Brown” (a Matsan le encanta el título), y está basada en las memorias de Christy Brown, un irlandés que nació con parálisis cerebral y luchó toda su vida para poder utilizar al máximo la única extremidad que podía mover: su pie izquierdo. Es difícil hablar de este film, ya pasados tantos años. La película es importante porque se inmiscuye en el micro universo de la familia Brown (por más que parezca, esto nunca cambia), a la que nunca llegamos a entender o a reconocer en su totalidad. Padres de muchos hijos (muchísimos quizá, la película nunca lo deja claro), el señor y la señora Brown (Brenda Fricker, co-protagonista absoluta) tuvieron a Christy y le dieron mucho amor, aunque sin alentarlo del todo. Resulta que la realidad que filma Sheridan, con una sorprendente economía de recursos y una incalculable confianza en sus actores, no es la más esperanzadora. Por lo tanto, parece lógico que el pequeño Christy tuviera que estar allí tirado en el piso sin muchas soluciones. El sufrimiento en su cara, desde chiquito, es fuerte pero emotivo. El director es tan austero en su puesta en escena y fotografía que no hay manera de que el espectador no se lo crea, y esto anula los golpes bajos (la música, un poco excesiva, resta puntos) que tan fácilmente pueden emerger de un relato de este tipo. Pero el punto de esta mini-crítica no puede ser juzgar una ópera prima por lo bien o mal que esquiva (o no) los lugares comunes de un género como en este caso la “biopic”. Al contrario, hay que analizar cómo decide contar esta vida y a qué se aferra para hacerlo. De este modo, los resultados de “My left foot” aparecen como algo muy básico y puro, dominado por los sentimientos. En una lectura simple de las dos películas base de Sheridan, lo que en “In the name of the father” era el amor de un padre un hijo, se vio aquí primero con la figura femenina. Pero lo básico y puro que menciono vale aquí mucho más que en el otro film, pues las cosas que lo definen se encuentran menos exploradas y expandidas. Irlanda, los bares, la familia, la hermandad, el trabajo duro, la plata, Irlanda. Se cuenta la vida de alguien, sí. Un hombre que escribió, pintó y –detalles poéticos del film- entregó flores con su pie izquierdo. Una historia extraordinaria, sí…un milagro. Pero dentro de un contexto pequeño, pequeñísimo y sin repercusiones a grandes escalas. Por eso el milagro es todo lo demás: la devastadora actuación de Daniel Day Lewis y el acompañamiento del resto del elenco, las calles vacías de algún pueblo en el que un niño diferente nunca quiso ser visto como tal. La acertada decisión de un director en su primera película de contar la historia de Christy Brown pero leída por otros ojos; ojos femeninos que se van enterando de lo que pasó mientras que el protagonista se ríe, preguntando si su escritura es muy cursi y a la vez preguntándole a ella cosas cursis. Mirando en retrospectiva, no es cursi la vida de Christy Brown, pero sí es cursi la forma en que conquistó a la que luego sería su mujer, Mary. No sé lo demás, pero el amor siempre es cursi.
---8/10

Y si hay que hablar de la falta de lo cursi en el buen sentido, de lo que es noble, se me ocurrió definir y redactar una mini-crítica de "Crazy Heart" en 5 ítems. No supe y no pude escribir algo largo, lindo y comprensible como los pedazos de crítica que sacaron Damián y Xavier Vidal, a quienes felicito.
1-No hay falsas emociones acá, la película es honesta de verdad (la contracara de la hipocresía de" The Wrestler", por poner un caso reciente)
2-Lo de Maggie Gyllenhaal es excepcional, se roba el corazón a pura garra
3-Después de tantos años, creo que encontre las dos palabras que definen a Jeff Bridges como actor, y no tengo dudas: nobleza y bondad
4-Hay canciones muy bellas, y es todo como una "ficcion verdadera" o "Verdad ficcional" que es muy interesante, porque Bad Blake nunca existió, y sin embargo la película nos hace aparecer un mundo donde realmente creemos que el tipo anda por ahí
5-Esto es colgado, pero por alguna razón tenía que decirlo, y creo que habla por sí solo, sin necesidad de detalles y pelotudeces: no es "Walk the line"
---7/10

Saludos Sospechosos!

Wednesday 7 April 2010

Un comienzo y un final: vengo del país de la verdad

Los títulos más recientes de los posts del blog vienen siendo bastante claros (no sé si obvios). No sé con qué tiene que ver exactamente y aunque los que leen hace tiempo saben que aquí no nos caracterizamos por títulos intrincados, es justo decir que creo que un título que no de muchas vueltas y sea atractivo no puede ser algo malo.

Por ejemplo, un comienzo y un final. Hoy 7 de abril es, ni más ni menos, la inauguración de la edición 2010 del BAFICI (aquí mis experiencias con el festival, para lectura de quien quiera), y es un hecho importantísimo. Un evento cultural imprescindible y sin límites, este año dura (gracias Sergio Wolf, o quien sea) un día más de lo habitual, y tendremos once jornadas de puro cine. De más está decir que me abstengo de cualquier tipo de recomendaciones: el catálogo es interminable y pueden elegir, si tienen ganas, lo que tengan ganas.

A la vez, hoy 7 de abril también se cumple un mes de la última entrega del Oscar. Me pareció lógico celebrarlo con la crítica de la película que supo llevárselo, e introducir –esto, todo- en un marco de verdad. Pues si es verdad que hoy comienza el BAFICI y hace un mes se repartieron los Oscars, hablamos de una verdad que tiene que ver sencillamente con hechos; una verdad fáctica que nada tiene que ver con aquella Verdad con mayúscula que alguna vez estudié y cuyo objetivo es, en pocas palabras, “impactar sobre la totalidad de la vida del individuo”.

Nada de eso aquí, precisamente porque también es “Vivir al límite” (traducción bastante interesante de la película de Bigelow aquí en Argentina) una pieza a la que entiendo atravesada por la verdad. Mi postura y lo que la crítica a continuación sostienen de a ratos podría molestar a algunos (en realidad, puede simplemente que no estén de acuerdo), sin embargo nadie puede poner en duda un pequeño análisis de momento que coloca en dos polos opuestos a la ganadora del premio gordo este año y a la vencedora pasada. Hay un contraste instantáneo entre una apuesta cinematográfica que tiene que ver con la ficción y otra que se asocia más directamente con la realidad. Ojo, que tanto “The Hurt Locker” como “Slumdog Millionaire” (aquí mi crítica) son relatos de ficción, eso nadie lo va a discutir; pero mientras que este último se asocia a una ficción derivada de la fábula, de los sueños imposibles –posibles finalmente porque el relato en su condición de fábula, moraleja mediante, no admite un final amargo- más dolorosos a causa de un amor, el primero es retrato de un mundo patente en la actualidad, y atraviesa políticamente a toda la sociedad porque es una ficción que podemos reconocer e identificar.

Por eso la idea de verdad (últimamente creo que estoy bastante insistente con algunas ideas). La verdad de “Slumdog Millionaire” era la verdad de un cuento de hadas, y no quiero insultar a la muy buena película pero, ¿qué tiene eso de verdad en una película que se define con todas palabras importantes (destino, amor, pobreza, familia) pero no con “verdad”? La verdad de “The Hurt Locker”, en cambio, está allí en pantalla y pesa; la podemos localizar y explicar con hechos. ¿Se le puede dar algo de crédito a una Academia que siempre se aferró a los modelos clásicos y/o a cosas más fantasiosas y que hoy decide premiar la verdad?

La crítica de “The Hurt Locker” (dedicada, por supuesto, a Agus Castelli, que se encuentra peleando con Eisenstein..y a mi viejo, que la vio conmigo!), a continuación.

“The Hurt Locker”

En un lugar en el que la verdad prevalece de tal manera que podríamos necesitar una pequeña mentira para creer que no está sucediendo; en un lugar de libertad y claridad cinematográfica que se traduce, visualmente, en una fuerza impredecible de la naturaleza; en un lugar en el que el presente es todo lo que cada uno tiene y el pasado y el futuro son parte de lo que conocemos como ‘conversaciones casuales’. Justo ahí yace “The Hurt Locker”. No una gran película, pero sí una confiada, poderosa y original.

Original porque ilumina con gracia (no de gracioso, aclaro por las dudas) a los espectadores sobre un aspecto de la guerra que no se mira ni se discute usualmente. El film de Bigelow no es, aunque muchos piensen lo contrario, una película DE guerra. Es una película SOBRE la guerra, sobre un lado de la guerra que es delicado debido a lo que implica por naturaleza y debido al efecto que tiene en algunos individuos. Desactivar una bomba. ¿Cuán excitante puede ser eso? Yo nunca lo he hecho, pero el sargento Will James (Jeremy Renner) guarda abajo de su cama los detonadores de las bombas que desactivó porque son signos de lo bueno que es en su trabajo, recordatorios de lugares y situaciones...victorias. Durante su monótono pero alucinante recorrido, “The Hurt Locker” sugiere –con virtud- muchas cosas. Sin embargo, es clara e insistente (quizá demasiado insistente) sólo en una cosa: “La guerra es una droga”.

Y tal vez eso es lo que es para el sargento Will James. Desde este punto de vista, es fácil y juguetón pensar el film como la historia de un drogadicto y las personas que viven con él, lo toleran y tratan de ayudarlo. Pero el contexto no lo permite. El contexto es Irak, Irak es guerra, y es también la amenaza del peligro en cada rincón, en cada esquina; las personas con las que Will vive son también soldados, particularmente JT Sanborn (Anthony Mackie) y Owen Eldridge (Brian Geraghty). ¿Qué pasa con ellos? Es extraño pero puedo conservar el adjetivo “juguetón” por un rato más porque en una interpretación fantástica Jeremy Renner nos hace creer (a Sanborn y a Eldridge también) que es todo un juego; que desactivar una bomba a punto de explotar es pan comido.

Lo observamos, sin su traje y sin su casco, sin los auriculares que le permiten comunicarse con sus compañeros de equipo...lo vemos cortando cables como si fueran papeles. Oímos lo que le contesta a un Coronel (David Morse en una corta aparición; la película también incluye participaciones de Ralph Fiennes y Guy Pearce) cuando este le pregunta por la cantidad de bombas que ha desactivado: “873”, creo que dice. Pero la verdad prevalece, y aún cuando ese número puede ser verdad todo esto es una ilusión.

Por lo tanto, porque el contexto es demasiado poderoso y no parece hacer lugar para ello, yo estoy en desacuerdo (o al menos no me identifico) con este aspecto dramático de la película relacionado con el personaje. Ya está, ya lo dije. Y no me gustan los discursos, conversaciones y situaciones que esta ‘insistencia’ genera sobre el final del film. Sin embargo, tengo certeza de que estas son las cosas que ayudan a que ganes un Oscar a Mejor Película.

Y no hacen que el film sea menos poderoso. La película es poderosa porque habita un contexto y una forma de vida que hace que cualquier otra cosa que el guión quiera agregar sea innecesaria. El film, confiado en el hecho de que su poder es revelado mucho antes de que Renner aparece en pantalla (la primera secuencia es brillante), se aprovecha de esto y lo explota (el doble sentido aquí es muy útil). Estoy diciendo que, irónicamente, la insistencia del film en su núcleo real –lo que esta gente hace, dónde lo hacen y cómo lo hacen- es lo que lo hace tan valioso. Valioso en material, en la exploración de diferentes situaciones que los personajes deben enfrentar y cómo las resuelven. La cámara de Bigelow nunca cesa en la búsqueda de nuevos ángulos y posibilidades: es prácticamente un personaje más que está confundido, mirando siempre para todos lados, acercándose y alejándose, poco seguro de dónde está ocurriendo la acción real. A veces, como en una secuencia muy larga, silenciosa, calurosa y agotadora (el punto más alto del film), simplemente se queda quieta; observando de cerca, esperando. Pequeños momentos en cámara lenta, simbólicos y poéticos, y la especie de sentimiento de documental le suman puntos a un sorprendente estado de ánimo visual.

He visto tantas películas de guerra (SOBRE la guerra en este caso; SOBRE la gente que va a la guerra si también se quiere) inservibles. Tanta gente pretende que puede filmar secuencias de acción impresionantes con una genial mezcla de sonido y luego tirar por ahí una pequeña, básica (pobre es la palabra en realidad) historia personal acerca de algunos personajes, buscando un impacto dramático con la música precisa (dicho esto, la música original del film no es grandiosa, pero por lo menos aparece sólo algunas veces y respeta la necesidad de silencio de la película) como si el film fuera una ensalada y el resultado dependiera de un par de ingredientes para quedar bien.

Esta gente debería ver “The Hurt Locker”. El film no sólo tiene todo lo (bueno) de las películas mencionadas arriba, con la adición de una tensión incalculable que pone en duda la inquebrantable ley que dice que “el héroe sobrevivirá”, sino que además no elige ningún bando (de hecho, siempre está mostrando tanto lo que los soldados están haciendo como lo que los locales están presenciando, aún cuando los locales son –a veces, y para ponerlo de forma simple- los malos; es una convivencia aterradora); los personajes no mencionan ni una vez sus ideales o la razón por la que están peleando. Terminan el día de trabajo, se emborrachan y se pegan un rato. No veo al pasado y futuro (la “conversación casual” que mencioné) como algo relevante para la película. Y como dije, el núcleo del film es lo que los soldados hacen, dónde lo hacen y cómo. Pero no estoy seguro si a Bigelow le importa cómo viven con ello. La escena con el diálogo más extenso, aún siendo parte de la ‘insistencia’ dramática, no llega a explicarlo. Es poco claro; meramente un intento emotivo que hace presencia demasiado tarde.

Lo único que es certero es el presente, y la verdad: el hecho de que estos soldados saben que podrían morir en cualquier momento.

---7.5/10 (¿vos que decís Agus?)