Saturday 26 December 2009

Te veo porque te quiero: Mini-críticas al ataque

A todos nos gusta algo particular del cine. Dentro de una película, generalmente, tendemos a prestar más atención a algunos elementos que a otros. Quizá esto sea inconsciente o no, pero se nota cuando escribimos. Sin embargo, y a nuestro pesar, lo que más se traduce en escritura es el amor por ciertas figuras: directores, actores, actrices y/o guionistas que nos generan un fanatismo difícil de ocultar. Generalmente este fanatismo está justificado, o al menos creo que debería estarlo si vamos a pasarnos toda una crítica adulando a alguien (no sería muy ‘crítico’ hacer esto sin sentido). Los invito a leer mis críticas de películas de Mark Ruffalo y Philip Seymour Hoffman –dos de mis actores favoritos- para que entiendan de qué estoy hablando.

Hoy llevamos a la vida cotidiana ese fanatismo, que para muchos es casi amor (es mi caso), a las películas que he estado viendo recientemente. El post tiene cuatro películas, con sus mini-críticas respectivas, que rápidamente expresan la situación de “amor”, conectándola en casos con anécdotas personales o relacionadas al film y dedicándose a lo que aquí todavía hacemos: analizar.

Estoy enamorado de Ellen Page, y creo no ser el único. Hay cierta magia que quien ve cine puede percibir, relacionada con el todo de una actriz. Por hoy digámosle “aura”. Y como el aura según Benjamin es la manifestación irrepetible de una lejanía, lo más lógico es relacionar esta magia de la actriz con una película en particular. Esto no quita que uno después siga volviéndose loco por la persona, pero nada va a poder superar esa sensación, ese brillo especial que uno encontró en tal actriz en una película en particular. En mi vida sólo ocurrió tres veces, esta “aura” o lo que sería el “momento aurático”: hablo de Winona Ryder en “Reality Bites” (aquí mi crítica), de Kate Hudson en “Almost Famous” (aquí mi crítica) y de Ellen Page en “Juno” (aquí mi crítica). Lo que sucede es que una vez vivida esta experiencia, no nos cansamos de seguir a la persona que la generó. Así uno llega a películas como “The Tracey Fragments”, que son de dudosa calidad pero que contienen a una Ellen Page que sabe lucirse. Dirigida por el canadiense Bruce McDonald y basada en una novela y guión de Maureen Medved, la película es el retrato de una adolescente conflictiva. Su nombre es Tracey Berkowitz y Page la interpreta como una locomotora andante: el pensamiento a mil por hora, la imaginación volando constantemente, un desinterés frenético que la puede encontrar en el más peligroso de los lugares sin estar asustada -claro que siempre hay una excepción, porque al final del día Tracey es una adolescente más-, una apariencia introvertida que esconde una mujercita salvaje. Sin duda es un personaje complejo con un mundo interior riquísimo que McDonald intenta acompañar desde lo visual. Lo que pasa en el film es que el hermano de Tracey desaparece y en torno a este hecho, la conocemos a ella, sus círculos y tratamos de descifrar lo ocurrido con su hermanito. Será complicado, pues el punto de vista siempre es el de la protagonista, aunque a veces se entrecruce una realidad que ella sigue confeccionando a su manera. Y esta realidad confeccionada es una realidad, como el título indica, fragmentada. Por lo tanto, así se construye el film. La pantalla se divide en dos, en tres, en diez, en quince partes y se pierde el centro del sonido y de la imagen; cosas aparecen y desaparecen; hay momentos recurrentes de presencia de un chico de quien Tracey está enamorada y también de un psicólogo extraño que la atiende de vez en cuando. La película es difícil de ver, pero es interesante. Además, parece que, como sucede con las grandes estrellas, está hecha para el lucimiento de su protagonista. ¿Será que fue así? ¿O es que el brillo de Page es enteramente natural?
---6/10

La respuesta a la pregunta anterior podría encontrarse en “The Stone Angel”. Dirigida también por una canadiense, Kari Skogland, quien alguna vez dirigiera la interesante “Liberty Stands Still”. “Angel” habla del pasado desde un presente tormentoso. El pasado que Hagar (intepretada por Ellen Burstyn de vieja y por la debutante Christine Horne de joven) recuerda es bello al principio, luego algunas piedras complican el camino y finalmente la vida termina en la eterna discusión familiar de si ir a un asilo o no. Su hijo Marvin (Dylan Baker) le guarda bastante rencor. Hagar es de una familia tradicional y, por alguna razón, siempre lo prefirió a su hijo menor John (Kevin Zegers); pero ambos la adoran por igual. Antes de este conflicto, sin embargo, la historia -cuyo guión la directora escribe basándose en la novela de Margaret Laurence- pasa por una etapa tipo “The Notebook” (aquí mi crítica), en la que la adinerada y tradicional Hagar se enamora del granjero mal hablado y mujeriego Bram Shipley (Cole Hauser). La comparación con la película de Cassavetes es inevitable, principalmente por el parecido de la historia, en segundo lugar porque la química entre Hauser y Taylor no funciona de la misma manera que la de Gosling y McAdams. Hauser no llega a transmitir la bondad suficiente, y el enamoramiento no se percibe; mientras que a Taylor los zapatos de mujer ruda que Burstyn se calza a la perfección en el presente del personaje le quedan un poco grandes. Estamos hablando de una historia de amor que destruyó a una familia. Por más que haya nados en el río desnudos, o sexo en las escaleras, el romance no parece estar allí. Y es lógico, si lo pensamos como una decisión moral del personaje de Hagar para contrariar a su familia; pero aún así, hay una idea de pasión femenina que tiene que verse y nunca aparece del todo. Hay otras cuestiones que se ubican dentro de la película. La filmación de Skogland es demasiado cuidada y bella, la música de John McCarthy permite predecir algunos momentos fundamentales...todo en general es bastante “película para televisión”, como un film que vi el otro día llamado “Los misterios de Pittsburgh”. Ese también es un film en el que todo está demasiado “en su lugar” y sin embargo, la presencia de una actriz, Sienna Miller, y su persona cinematográfica, descolocan...hace que las cosas no cierren del todo. Créanme que ocurre exactamente lo mismo con Ellen Page en “The Stone Angel”. Page intrepreta a Arlene, la novia de John, el hijo favorito de Hagar. Su aire es tan natural, tan verdaderamente de pueblo, y a la vez en discusiones serias con la madre de su novio el personaje se presenta tan amenazante que la composición plantea preguntas. En sus pocos minutos de pantalla, y desde su personaje, las cosas se ven diferente -es como que cobran sentido- y, en contraposición a lo anterior, las escenas de sexo son más que válidas, y creíbles...Arlene pide bebés, y la cámara muestra tensión; y un film que de otro modo hubiera sido un desastre, se vuelve digno de ver.
---6/10

Así como nos ocurre con actores, el fanatismo nos puede ocurrir también con directores. Es interesante, pues no todos estos tienen que ser ‘autores’ o personas de renombre. Un tipo como yo al que le encantan las comedias románticas va a desarrollar una leve admiración por realizadores como Richard Curtis, quizá Edward Burns o, recientemente por haber visto su confirmación con “The Proposal”, Anne Fletcher. Sin embargo, es el australiano Robert Luketic que desde “Legalmente Rubia” -sabia decisión la de no participar en la segunda parte- viene realizando decentes comedias románticas. ¿Podríamos llamarlo ‘artesano’ del género? Es cierto que “21 Blackjack” no es comedia, pero si es una historia romántica en un sentido general...se percibe. A mí me encanta “Legalmente Rubia” y me gustó “Monster in-Law” (aquí mi crítica), sin embargo es probable que el punto alto de la filmografía de Luketic sea una pequeña cosita llamada “Win a date with Tad Hamilton!”. Es una comedia romántica que funciona porque entiende; es entendida del género y sus temáticas. El guionista Victor Levin escribe acerca de una chica de pueblo llamada Rosalee Futch que gana un concurso para tener una cita con un galán estrella llamado Tad Hamilton. Ya desde los nombres el asunto es gracioso, y el entendimiento del que hablo se extiende para hacer funcionar la comedia y el romance. La comedia en la burla al pequeño pueblo y a la actitud de sus personas, que la película también homenajea en ciertos pasajes y en la actitud que la superestrella toma hacia la vida luego de conocer a Rosalee. Haciendo homenaje al pueblito se hace burla al galán estúpido carilindo de Hollywood. Este chiste sostenido es total, con la inclusión de dos actores importantes que no están desaprovechados sino minimizados: Nathan Lane y Sean Hayes, que hacen de managers/amigos de la estrellita. Hamilton está interpretado por Josh Duhamel, actor que admito no haber visto ‘actuar’ mucho pero que bajo la mira de Luketic parece entender cómo reírse de sí mismo. Mientras que por otro lado, el tercero en discordia, pueblerino mejor amigo de toda la vida de Rosalee (porque esto es un triángulo amoroso) interpretado por Topher Grace entiende que es de él de quien se tienen que reír. No es para menos la actuación de Kate Bosworth, que está hermosa y aquí se confirma como actriz luego de varias participaciones en films independientes...Luketic más tarde la haría verse en pantalla casi como una ‘femme fatale’ (en “21”) y luego la reemplazaría (¿?) por su versión más madura y emocional, Katherine Heigl. No se asusten, estas son todas teorías de una persona que cree entender a un director que quizá entiende. En “Monster in-Law” Jennifer Lopez supo lucirse, porque siempre las mujeres son más importantes para el australiano...aquí, ni Topher Grace ni Duhamel, más bien Bosworth y hasta Ginnifer Goodwin en un secundario exquisito. El romance también flota por todos lados, con una ternura inacabable, cursilería incluída y soundtrack acertadísimo. El film quizá peca de apurar demasiado su final predecible, pero Luketic no escatima esfuerzos a la hora de filmar, y lo hace de forma divertida, generando sorpresas con una trama que le da elementos para ‘jugar’ con el cine y los actores, y todo ese mundo del que él mismo forma parte (hay un par de escenas tipo “cine dentro de cine”, que se repiten y se vuelven a encontrar y que para una comedia romántica están bastante bien logradas). Al final del día, incluso cuando la estrella es la mujer, el director consigue que queramos ser un poquito de Tad Hamilton y otro poquito de ese amigo que siempre quiso a su amiga como algo más y ella no supo verlo.
---7/10

Y al final está Christina Ricci. Y mi amor de niño y una carrera con altibajos que pudo haber sido (debió haberlo sido) enorme. Aquí la criticamos hace un tiempo en “The Gathering” (mi crítica) y siempre que podemos la seguimos. El otro día empezaba esta historia de una mujer con una nariz de cerdo, cual Cenicienta o Blancanieves a la espera de su príncipe azul, solo que más fea. Pero mentira, porque ni con una nariz horrible puede verse fea Chrisina. Hay un lindo estado de ánimo en “Penelope”, el primer opus de Mark Palansky, escrito por Leslie Caveny. Nos introduce a sus personajes y su historia como si todo fuera un dulce cuento de buenas noches. Y lo es, cuando quiere, con personajes pintorescos como un periodista interpretado por Peter Dinklage o la madre obsesiva interpretada por Catherine O’Hara, hasta la motoquera rebelde en la piel de Reese Whiterspoon. Pero aunque este mecanismo de la fábula a Palansky le funciona, se queda mucho con la idea de “chanchito va a la ciudad y conoce gente” (literalmente, pues la Penelope que interpreta Ricci tiene esa nariz de chancho) y hace esperar mucho lo que claramente es una historia de amor, comedia o drama romántico, o ambas cosas. Y en la historia de amor, la cosa funciona porque es diferente el marco en que se cuenta, porque McAvoy es un anti galán que puede ser galán acá, allá (en “Atonement”-aquí mi crítica-) y en el otro lado (en “Wanted”; lo sé aunque no la vi) y porque Ricci hace todo absolutamente bien. Pero es tarde, como lo era para la Bella, o para Blancanieves, y para todas esas princesas que siempre esperaron...es tarde para el amor y el soundtrack que aquí no es acertado sino rebuscado, acentúa cosas que no hacía falta acentuar, y cierta naturalidad se pierde, y la película se queda a mitad de camino.
---6/10

Pero no pasa lo mismo en “Serendipity” (me rehúso a pronunciar la traducción del film cuando su título original es tan bello), porque el director Peter Chelson va el todo por el todo, y se la juega completamente por el amor. En este caso, lo une con la eterna idea del ‘destino’, y en su película nada puede fallar porque ya desde la puesta en escena todo está atravesado por esta cuestión. Los ralentis que muestran casualidades, los encuentros más esperados que inesperados, las sonrisas, los primeros planos, la música, las corridas por la ciudad de Nueva York, los suéteres que quedan en bancos por un largo rato sin que nadie los agarre...estas son todas situaciones que se dan en “Serendipity” y ninguna está fuera de lugar. Hombre regular americano (perfecto papel para John Cusack) conoce en circunstancias extraordinarias a hermosa mujer británica (en el film se llama Sara, pero es Kate Beckinsale); hablan, toman algo en un lugar llamado “Serendipity”; ella le confiesa su fascinación por el destino y él teme no volverla a ver. Se alejan, pero no se dejan de pensar. Esto, Sospechosos...esto sucede. Y si no me creen fíjense como lo vive Jonathan, el personaje que Cusack compone de forma tan humana con esa cualidad inexplicable que le imprime a todos sus personajes. Jonathan lo sufre, y busca a Sara desesperadamente. Vamos de cultura en cultura, porque hay otros personajes alocados que experimentan con músicas celtas (el prometido de Sara interpretado por un divertido John Corbett); de ciudad en ciudad, porque Sara obliga a su amiga Eve (una especial Molly Shannon) a volver a New York a encontrar al hombre de sus sueños; y hasta por toda la gran ciudad, cuando Jonathan le pide a su amigo periodista Dean (un sensacional Jeremy Piven) hacer lo imposible para encontrar a la mujer de sus sueños. En un film como este, 100% romántico desde su construcción, lo importante no es cómo termina -eso lo sabemos todos- sino los momentos mágicos durante el viaje, que son justamente los momentos que logra crear Chelson (estoy convencido de esto, pues también vi “Shall we dance”). Finales que no son finales, pistas que esperamos encontrar junto a los personajes, descubrimientos que saemos que serán así; momentos que arrebatan sonrisas, que estremecen el cuerpo. A una película romántica no se le puede pedir mucho más.
---8/10

PD: Verdad que esto se llama “Te veo porque te quiero”, así que se preguntarán por qué vi esta última película. Y es que me canso de decirlo pero, tarde o temprano, uno se termina enamorando de Kate Beckinsale.



...no?



La próxima nuestro clásico Especial de Fin De Año, y de a poco sí, todo lo que venimos prometiendo.

Saludos Sospechosos!

...y felices fiestas!!!

Tuesday 22 December 2009

Peticiones

Un poquito de Cine Argentino esta semana, que está llegando la Navidad y sí, ya van saliendo esos especiales tan esperados y prometidos por este incompetente espacio que a veces se cuelga con otras cosas que están en su alrededor. Hay también un escrito que compara dos films argentinos que no sé si me animaré a poner esta semana pero que quedó muy lindo. Pero al grano que tampoco a dar tantas vueltas. Bueno sí, vi "My blueberry nights", "The Hangover", "The Proposal" y "Redbelt"; cuatro películas que no sé si tienen cosas en común pero que estuvieron ante mis ojos estos días. Si me animo las juntaré en algún lindo especial de Mini Críticas.

La petición del día de hoy es implícita (ya lo había dicho) y se le atribuye al señor Nico Ledezma. Espero que la crítica de la película argentina que vimos juntos sirva de algo, motive algo o al menos diga algo. Para todos lo mismo, como siempre.

La crítica de "Fantasma de Buenos Aires", a continuación.

"Fantasma de Buenos Aires"

Yo admiro a la FUC. La universidad de cine argentina es un lugar en el que estudiaría el arte de la realización y reconozco el mérito de sus estudiantes/egresados y lo que han hecho: en el ámbito independiente, la referencia es Mariano Llinás y sus "Historias Extraordinarias" (aquí mi análisis); mientras que entre las cosas hechas enteramente por la FUC y sus estudiantes, "Sólo por hoy" es el trabajo de un maestro (y una obra maestra, me convenzo cada vez que la vuelvo a ver). Con antecedentes como estos, no es tan alocado esperar mucho de "Fantasma de Buenos Aires", el más reciente largometraje que la Universidad ha completado.

Escrito y dirigido por Guillermo Grillo, el film es reconocible. Es nuestro; porque el lenguaje y las referencias al pasado del país son tantas que quizá una audiencia de otro lado se sentiría fuera de lugar. Eso para mí está bien porque me reí con algunos chistes (que tienen que ver, principalmente, con el lenguaje) y algunos momentos y reacciones que son típicas de esta parte del mundo. Y esa es la primera cosa buena acerca de la película: el director Grillo no teme hacer el ridículo. Confía en su material y apuesta a las escenas calladas que involucran uno o dos actores en lugares oscuros, aparentemente peligrosos. El más reconocible de estos es un cuarto con un bar que, si los personajes y su historia fueran de otro lugar, el hecho de que la película es nuestra se perdería por completo.

Es sólo que es nuestra porque intenta serlo con muchas ganas; la confianza de Grillo aquí también le juega a favor. Si han vivido en o visitado Buenos Aires, podrían llegar a reconocer algunos lugares (nombres de calles, números de colectivos), pero el problema es que este sentimiento de pertenencia no dura mucho; y es como si la película se trasladara por cuenta propia a ese cuarto...a ese bar en el que la realidad no importa tanto. Tomás (Estanislao Silveyra) acaba en el cuartito porque juega un juego -el "juego de la copa" le decimos acá- con sus amigos. En la enorme casa de Claudio (un sorprendente Juan Diego West) tratan de invocar a un espíritu, y luego de hablarle, la copa que están usando se rompe accidentalmente. "Ahora el espíritu se queda en la casa", dice uno de ellos. Se van corriendo y al día siguiente Tomás se encuentra allí, hablándole al espíritu de Canaveri (Iván Espeche).

En el cuartito ambos hacen un trato. Canaveri tiene negocios por terminar en la ciudad y Tomás quiere saber ciertas cosas sobre la muerte. Lo que deciden es que el fantasma vivirá en el cuerpo del chico por algunos días, y sus modales particulares y lo diferentes que son al Buenos Aires contemporáneo y, aún más, a la personalidad de Tomás, irán llevando la película. Hasta este punto dos subtramas están funcionando: esa especie de misterio del negocio inconcluso de Canaveri con su pasado y la relación del fantasma con el chico. La tercer subtrama involucra los sentimientos amorosos que Tomás tiene por Cecilia (María Paula Brasca), la hermana de su amigo Claudio.

La cosa es que, para Grillo, estas tres direcciones son igualmente importantes. Hace bien en confiar en sus actores porque en general hacen un buen trabajo, y hace bien en confiar en su historia porque no es aburrida y, como mencioné antes, es divertida. Creo que la juega mal al no encontrar un centro para su pieza. La película, que tiene el nombre de una ciudad en su título, nos da una versión fragmentada de esta ciudad. Podemos identificar Buenos Aires, y eso hace a "Fantasma" nuestra (en parte), pero es una Buenos Aires que muestra rincones específicicos, áreas seleccionadas que no dejan que la enorme ciudad respire. Es como sentir que pertenecés a un lugar sin poder sentir el lugar en sí. En "Sólo por hoy", Ariel Rotter nunca exploraba cada centímetro de Buenos Aires, pero sin embargo, por lo que estaba contando y por cómo lo contaba, la ciudad respiraba en nuestras caras.

La historia romántica y la relación entre el fantasta y Tomás no funcionan por razones similares. No sabemos quiénes son estos personajes; si están en la secundaria o en la universidad, si viven solos o con sus padres, si tienen alguna otra vida aparte del círculo interno que el film presenta. Sus personas, como la ciudad que Grillo muestra, nos llegan de manera fragmentada, y no hay una pista en el film que pueda explicar por qué esta podría ser una decisión intencional. Algunas conversaciones acerca de carreras, algunas discusiones sobre qué hacer con el espíritu cuando esa copa cae en el suelo...el resto es humo; es tristemente insignificantes.

Sin embargo, creo que lo que más me decepciona está relacionado con la búsqueda visual. La confianza general que posee Grillo hace que se olvide de filmar, y los planos de "Fantasma de Buenos Aires" son llanos, faltos de inspiración al punto de que pueden verse como el producto de la vagancia. Si no nos podemos conectar con los personajes y no hay siquiera un estado de ánimo visual que los represente, o la situación en la que se encuentran, o la gente con la que se relacionan, o cualquier otra cosa que pueda percibirse del film sin estar necesariamente expresada en sus tomas, entonces una película se vuelve trivial. "Fantasma" no es mala; es simplemente trivial. Y eso no es algo que espero de la FUC.

---6/10

Saturday 12 December 2009

Palpitando el fin de año: mini-críticas, cosas pendientes y deudas eternas que aquí todavía no serán saldadas

Estoy de vacaciones. ¿Saben lo que significa eso? No, está bien, yo tampoco, pero lo estoy empezando a saborear. Y es que no son sólo vacaciones estos días; es la dulce espera de las fiestas, pongamos o no un arbolito de navidad. Es la vuelta a casa, el tiempo en familia y, en el ámbito cinematográfico, el conteo final. Pronto vienen las listas de “lo mejor” y “lo peor” del 2009 en todos lados, pronto vienen las predicciones a los premios más importantes de Hollywood y hasta las mismas entregas de estos. Aquí estamos muy emocionados, pero más allá de todo, y como siempre dejamos cosas pendientes, quería regalarles un post loco y desordenado con varias cosas que vi en el año de las que todavía no saben, algunos comentarios diversos y la promesa eterna de lo que viene. No se asusten; creo que este tipo de posts es lo que más se viene leyendo últimamente aquí.

El otro día, por ejemplo, así nomás, vi una de las mejores películas del año. Siempre es toda una experiencia ir al Arteplex solo. Son menos de diez personas en la sala: adelante tuyo hay viejitos que van al cine a reencontrar su amor y se besan cada tanto, por lo tanto se escucha un “muack”; atrás tuyo hay viejitas que además de llegar tarde a la película se la pasan comentándola, generando varias molestias; y hay a mi lado un típico cinéfilo que las calla con “shhh” y con “por favor” cada dos minutos. Le doy la razón: “Goodbye Solo” es un film que merece ser visto en silencio, y el Arteplex es una de las pocas salas que se anima a regalarnos su estreno. Delicado, precioso y humano. Creo que son tres palabras que definen el cine de Ramin Bahrani, director americano independiente con tres películas en su haber y de quien ya había visto “Chop Shop”, el relato de un niño y su hermana sobreviviendo en un taller de autos en Queens. Si bien este nuevo film cambia de escenario, casi no importa pues Bahrani no cambia la esencia de su trabajo. Delicado porque dentro de su simpleza se esconde un trabajo importantísimo. Otra vez trabajando con pocos actores, otra vez filmando en relativamente pocos lugares. Los planos, siempre muy austeros y naturales, están generalmente al servicio del trabajo de los intérpretes, que son dos: Red West y Souleymane Sy Savane. Souleymane es el Solo del título, y es un taxista a quien William (West) le pide que lo lleve a Blowing Rock, una alta montaña en la que, nos enteramos más tarde, nieva hacia arriba. El film de Barahni es precioso porque comprende y refleja lo más íntimo del ser; esa cosa que llamamos alma y que en algunas personas –como es el caso de Solo- siempre sale a la vista. La sonrisa constante, la intención de ayudar y el respeto por su familia y por William, hacen de Solo uno de los personajes más bondadosos del año. Y eso es humano. Porque el cine de Barahni no incluye decisiones forzadas, momentos culminantes o excesivamente dramáticos. Su edición es cruda, pura, humana como sus criaturas que luchan por seguir luchando y, en este caso particular (cuando vean la película podrán interpretar), porque algún otro pueda seguir luchando un poco más. Y es que aunque haya una fecha límite en la que William se tiene que ir y aunque oigamos discusiones y peleas que parecen definitivas, “Goodbye Solo” es una película sin tiempo, como “Chop Shop”; una película que empieza empezada (un plano de Solo y William en un taxi que irrumpe de repente, con el sonido de la calle y la oscuridad de la noche), y que termina empezando (un plano de un paisaje hermoso que ve un auto alejándose). Todos tenemos deseos. Por ahí muchos, por ahí uno. Que logremos cumplirlos no significa que termina nuestro camino. Mucho menos el del resto.
---9/10

Después hay deseos más simples, más infantiles e inmediatos; dramáticos y llenos de sentido porque así viven las cosas los niños. “Son of Rambow” habla de esos deseos, atravesados por un fuerte emprendimiento cinematográfico infantil (que también es un deseo): hacer una película de guerra tipo “Rambo”. Los protagonistas son dos, y sus actuaciones brillantes cargan con el film: Will (Bill Milner) y Lee Carter (Will Poulter, un poquito superior). Se conocen en la escuela en circunstancias peculiares y también en el mismo tipo de circunstancias van llegando a la idea de trabajar juntos en el proyecto/película, que termina no sólo ocupando todo su tiempo sino también el de un importante número de compañeros de la primaria que sirven de secta a un estudiante francés (Jules Sitruk) que ha venido de intercambio. Hay una idea clara, en principio, de contraste libertad/encierro, ya que Will es de familia fuertemente religiosa y Lee Carter es un desastre, vive con su hermano, trabaja y no le importa mucho el colegio. Desde este lado, es como que Will vendría a “liberarse” al conocer a Lee Carter. Pero no es tan así. De hecho, las familias de ambos chicos están planteadas como un encierro (la de Will desde lo religioso, casi una prisión en la que lo quieren meter; la de Lee Carter desde lo estricto, con su hermano tratándolo como trapo de piso) y es el aire libre el que les da respiro, escenario para hacer una película y para construir aquella cosa llamada ‘amistad’. El campo de batalla entonces es total: los dos chicos discuten las ideas, las filman con la cámara y, como en el mejor cine casero o independiente, hasta dejan la cámara filmando y el espectador puede ver como una pelea entre ambos luego podría formar parte de un metraje final. Operan como realizadores, se designan funciones y horarios; hacen promesas de sangre y las conversaciones que tienen y las situaciones que viven son sumamente palpables. El oído y el ojo del director Garth Jennings en lo que respecta a la amistad es envidiable. Es envidiable también que haya podido darle al cine un lugar tan importante en una “película dentro de una película” en la que no siempre estamos seguros de qué es ficción y que es realidad. Inteligente, sin duda alguna; y cálida, a comparación de muchos productos –de cualquier género- ingleses que tienen una frialdad que descoloca. De lo que si no quedan dudas luego de ver la película, y a modo de explicación y/o conclusión si se encuentran con dudas para describirla, es de lo siguiente: el cine salva...y cómo.
---9/10

No todas las amistades son tan inocentes como las que forjan los niños. La vida nos pone a veces frente a ciertas personas y tenemos que lidiar con lo que nos toca: porque lo elegimos, porque no nos queda otra opción o porque tenemos dignidad, creo. No es lo mismo hacer algo con ganas porque aceptamos y entendemos que no tenemos alternativa, que hacer algo con responsabilidad (sí, también ganas) y hasta orgullo porque tenemos dignidad; porque somos honorables. Entre este debate vive el estado de ánimo de “In Bruges”, de Martin McDonagh. Es una muy buena película, muy sólida y engañosa, bien escrita por su director y correctamente interpretada por actores que no estamos acostumbrados a ver juntos. Es una película sobria, que no toma riesgo alguno y sin embargo nos hace sentir el riesgo que viven sus personajes. Ken (Brendan Gleeson) y Ray (Colin Farrell) están atrapados, estancados en Brujas, Bélgica. Hay un trabajo que están esperando hacer y una llamada que lo dictará, porque me olvidaba...son asesinos. La repetición como recurso y elemento clave del desarrollo tiene que ver con que Ken, que es un poco más grande y formal, quiere recorrer la aparentemente hermosa Brujas (la Brujas turística); mientras que Ray, joven y desesperado, quiere tomar bastante cerveza y hacer el trabajo que los trajo allí para luego volver a Londres. Es una zona de riesgo, si consideramos que tienen que estar pendientes del hotel y del teléfono porque un tal Harry -que no sabemos quien es- va a llamar y va a dar las instrucciones y si consideramos la repetición. Son varios días que los protagonistas salen a recorrer, y esta situación turística que siempre tiene el mismo aporte de Ken y el mismo rechazo de Ray va dando lugar a otras cosas; abre el campo desde lo dramático para la relación entre dos personajes que en principio no parecen tener mucho de qué hablar, e ilumina elementos del pasado que son esenciales para la trama y que van revelando a su vez otras cuestiones. Una vez que conocemos los tormentos de los personajes, los entendemos más, y la monótona Brujas se transforma en un parque de diversiones, donde hay lugar para la acción improvisada, encuentros filosóficos disparatados, persecuciones, una “película dentro de una película” que es fundamental y hasta una trama semi-romántica. Les cuento yo que todo este parque de diversiones está enmarcado en la comedia más negra, que no es la más jovial de todas. Y sin embargo es rarísimo porque lo que pasa es que nos reímos, pero también se nos contagia una enorme depresión que vive en los personajes y que tiene que ver con ese debate inicial. La dignidad, la caballerosidad, el honor...son cualidades que no se ven mucho hoy en día en los hombres. “In Bruges” es un film actual...véanlo si tienen ganas de rescatar el honor. NOTA: Ralph Fiennes tiene un papel pequeño...Yo lo considero un actor excepcional, pero a veces me parece tan básico y flojo lo que hace.
---8/10

Es así. Nos toca estar con ciertas personas con las que nunca hablamos porque a veces las cosas se dan así. En un corto período de licencia de la guerra de Irak, los soldados Cheaver (Tim Robbins), Colee (Rachel McAdams) y T.K. (Michael Peña) terminan viajando juntos a sus respectivos lugares de destino, que en el caso de Colee y T.K. no son sus casas, y en el caso de Cheaver, es su hogar con su mujer y hijo después de mucho tiempo. “The Lucky Ones”, dirigida por Neil Burger y con guión original de Burger y Dirk Wittenborn, no es una película DE LA guerra; es una película DE GENTE DE LA guerra. Gente que está volviendo, gente que estuvo allá y que no sabe exactamente que hacer acá. Algunos incluso no saben si saben, pueden o quieren hacer algo diferente a lo que hacen allá. Es muy fuerte (lo que hacen, lo que viven), pero aparentemente no genera odio. Hay un pasaje simbólico de los tres en el auto (un auto rojo que se vuelve un personaje más) cruzándose con otro auto de musulmanes. Se pone todo en cámara lenta y las miradas se penetran. Es un comentario! Sí, y después en una fiesta a la que los soldados van pasa algo similar. Pero que se comente acerca de la guerra y que se juegue con el recurso de que los soldados dan las gracias a las personas y éstas responden “gracias a ustedes”, no significa que esta sea una peliculita más de comentario sobre la guerra. De hecho, no es una película más. Es una suerte de ‘road movie’ en todo caso más sentimental que política, con personajes bien definidos y con diálogos que los unen y los enfrentan dentro de la travesía. Es más, hasta quiero agregar que es tan fuerte la guerra que afecta su manera de relacionarse y se puede ver: en una escena en la que Colee es insultada por unas chicas jóvenes en un pub; en un momento en el que Cheaver cree que su familia va a recibirlo de una manera y no se da así; en el momento en que el mismo Cheaver tiene un interesante encuentro con una rubia; en la tensión sexual que se percibe todo el tiempo entre T.K. y Colee, y que –gracias Neil Burger- se vuelve casi romántica y tierna. “The Lucky Ones” es un film complejo y no le podemos pedir que deje de lado a la guerra si sus criaturas están atravesadas por ella. Piensen eso cuando vean la película, o si la vuelven a ver. En el lado positivo, está la mejor actuación de la carrera de McAdams, que aunque transmite una actitud masculina, ignorante e inocente, deja resto para una vulnerabilidad y una belleza que no puede ocultar y que sabemos que sigue allí. Su Colee no para de hablar y de llamar la atención, robándose cada escena de la que forma parte. McAdams es incluso cómica, porque el film lo es y Robbins y Peña la acompañan correctamente en este aspecto. No podemos obviar grandes, bellos momentos construidos, entre los cuales destaco un choque con rompimiento de vidrio, la cura de una herida, y la aparición de un tornado (como tarea, localicen los momentos y luego me cuentan). Sin embargo, tampoco podemos disculpar ciertas ‘conveniencias’ de la trama en un film que se presenta como totalmente transparente; y una música de Rolfe Kent que parece sacada de serie de televisión playera adolescente. Las licencias tomadas por la trama son perdonadas, al menos por este espectador, pues conducen a buen puerto; la conclusión de cada historia es justa, y con eso también basta. De la fábula colorinche “ilusionista” (aquí mi crítica) pero no mala a esta aventura, hay para Burger un avance importantísimo. Creo que siempre es mejor si nos dedicamos a las personas tal cual son, las abarcamos completamente y no les mentimos ni a ellas ni al espectador que las va a conocer. “The Lucky Ones” hace todo eso, y lo supera...con creces.
---8/10

La promesa eterna de lo que viene, para finalizar, es lo que viene...que vendrá, próximamente, este mes...no lo duden.
-Un especial de mini-críticas: "Te veo porque te quiero"
-La lista de Castelli
-Toco y me voy, con la emisión de "American Graffiti"
-La petición (implícita) de Nico Ledezma: la argentina "Fantasma de Buenos Aires"

Saludos Sospechosos!