En fin, de vuelta a nuestras tres películas. La primera es “El hombre de al lado”, de Mariano Cohn y Gastón Duprat. Acá tengo que decir, aunque no tenga mucho que ver, que no vi el primer film de la dupla, “Yo presidente”, ni el segundo, “El artista”. Lo digo porque se percibe que hay un código interno en lo que hacen, que seguramente estaba más presente en el segundo largo que en el primero. El punto aquí es saber que los directores apuntan a un cine ecléctico, artístico, de colores varios desde la puesta en escena, incluso cuando hay un fuerte predominio del color blanco en este relato un tanto intimista. Jugando con las formas, un espacio cuadrado que es el perfecto lugar para una ventana, es el inicio del conflicto que dispara el comienzo, desarrollo y desenlace del film.
“El hombre de al lado”, creo, no tiene una trama que avance significativamente, y cada vez que esto sucede (si sucede efectivamente), lo hace a la par de la ventana. Una ventana que Víctor (Daniel Aráoz) quiere poner en su departamento para, como dice literalmente, “atrapar unos rayitos de sol”, pero que irrumpe en la intimidad de Leonardo (Rafael Spregelburd), un diseñador que vive en una enorme casa con diseño de Le Corbusier. Lo que sucede en el film a partir del primer encuentro entre Víctor y Leonardo, es un continuado de encuentros entre ambos que no hace más que mostrar las diferencias entre ellos y cómo esto incide el ámbito social y familiar de Leonardo. Es fundamental destacar la inusitada dosis de comedia que adquiere la relación de los personajes, pues ambos actúan con tanta naturalidad y tan acordes a lo que son como individuos, que uno no hace más que reírse de ciertas actitudes, tan de ellos como nuestras. Aquí estoy diciendo dos cosas, y una tercera que es lateral. Primero estoy diciendo que los personajes están bien marcados y desarrollados, que son coherentes con lo que vemos de ellos desde un principio y que uno no puede cuestionar la verosimilitud de la película en ese aspecto. Lo segundo que estoy diciendo es que esta delicada construcción de personajes permite una identificación directa con el espectador medio, sea cual sea su clase social. Esto es un plus para una película que no cuenta mucho pero sí conecta con su audiencia. Cualquiera puede percibir esa cualidad y es normal salir de la proyección recordando frases, actitudes y hasta movimientos de dos protagonistas inolvidables. Lo que no hay que dejar de mencionar es que aunque la risa pueda ser una constante de “El hombre de al lado”, el film no es una comedia.
Ahora bien: Leonardo y Víctor son dos seres humanos palpables en un contexto físico claro, que si bien es pequeño (una casa, algunos edificios y una ventana), remite a algo mayor, más general, que busca en algún punto ser el reflejo de una realidad del país. Entonces, si el espectador se identifica con los personajes, es lógico que pueda percibir parte de esta idea. Y si digo que “El hombre de al lado” no es una comedia, es porque creo que hay algún tipo de mensaje dramático en la película, que desde el vamos se ve ayudado por dos criaturas que los directores no trabajaron desde el estereotipo. Eso quizá hubiera sido ridículo. Por lo tanto, los grandes momentos del film tienen que ver con las conversaciones entre Víctor y Leonardo: conversaciones largas y molestas que terminan siendo asfixiantes por el uso del espacio, el tiempo y el sonido. Si bien la casa de Leonardo es claramente enorme, la mayor parte de los planos interiores son cerrados; además los planos más cerrados de todos son los de las conversaciones de los protagonistas, que también son extremadamente largos, casi sin cortes y virtualmente sin sonido alguno más que el de las voces. De este modo, estos planos casi repetidos pero con alguna variante en cada nueva aparición (un poco más cerrados, un poco más silenciosos, más o menos largos), generan algo distinto en cada conversación, logrando que todo se vea diferente y que la tensión general aumente ante cada situación.
Aún así, y entre toda esta verosimilitud, hay algunas cosas que sí se trabajan desde el estereotipo (o digamos más bien, desde la exageración de cierto estereotipo). Me refiero a aquellos momentos donde hay un marcado quiebre con lo que es “natural”. En estos momentos -cada uno de ellos claramente identificable en la película- todo lo planteado arriba se invierte: el sonido ambiente y/o la música ocupan casi todo el espacio y a un volumen muy alto; las reacciones y expresiones de todos los personajes son un tanto extremas (se roza la sobreactuación), la composición de los planos (aunque siguen siendo bastante cerrados) se corre un poco de lo más formal, mostrando algunos desenfoques o encuadres directamente “extraños” (nunca feos). Entiendo que esta decisión puede devenir tanto del estilo ecléctico, artístico que asumen los directores –y que tiene en gran parte que ver con la forma de ser de una película ‘independiente’- como de algún tipo de diálogo que estén buscando con la relación que su película tiene con lo arquitectónico. En fin, yo le decía a mi padre que este tipo de cosas –quiebres- siempre me gustan, pero que en algunas películas me molestaban.
En “El hombre de al lado”, estos momentos (estas cosas, estas decisiones) me molestan. No porque atenten contra el desarrollo del film. De hecho, creo que no suman ni restan porque el mundo que pretenden resaltar se hace presente de forma natural en varias escenas que no tienen esa construcción. Me molestan por el efecto que puedan tener en el público. Ya decía yo que el público general tiene una mala relación con el cine argentino más independiente. Por lo tanto, este público al encontrarse con un film como “El hombre de al lado”, con su gran poder de identificación/conexión, al no ver este tipo de momentos (cosas, decisiones, quiebres…digámosle “operaciones”), los toma como algo diferente y original, que en su visión reflexiva –posterior- de la película podría realzar aún más algo que ya había gustado. Me molestan por lo tanto las “operaciones” porque creo que la situación que analizo es posible. Lo creo más posible aún si hablamos del público que no ve tanto cine nacional, ni industrial/comercial ni independiente. El tema es que “El hombre de al lado” funciona como película (es decir, es una buena película) que pasea entre esos dos lugares, pero que si se medita en frío está más cerca del segundo lugar (el menos masivo: esto se ve en códigos primordiales como la elección de los protagonistas que son un referente del teatro independiente como Spregelburd y un comediante poco público y taquillero como Aráoz), y sus “operaciones” no ayudan para nada la relación entre el público y nuestro cine independiente. A lo sumo, el espectador más alejado pensará que esto es una excepción, y seguirá su camino. “El hombre de al lado” es, hoy por hoy, uno de los fenómenos comerciales cinematográficos del año. Digan “el boca a boca”, la crítica (este es un argumento menos creíble), lo que quieran, pero algo pasó y la película terminó compitiendo contra la enorme “Carancho” y “Dos Hermanos” para representarnos en los Oscar. Sin embargo, lo cierto es que este cine, que podría haber tomado otras decisiones, pero que por estas “operaciones” efectivamente se muestra más del lado mencionado; este cine se ha hecho mejor en otros lados. Y sigue siendo un cine que mucha gente se está perdiendo.
El final de la película propone un verdadero “dilema moral”. Era innecesario presentarlo de manera tan abrupta y obvia, pero no deja de ser un dilema moral válido, y el punto en común (no el único, hay un par más) con las otras dos películas nacionales que tienen este tipo de dilema en su centro y que buscan, desde algún lugar, capturar al espectador. “El hombre de al lado” lo logró con creces. Ya veremos lo que pasó con los otros dos títulos, en la segunda y tercera parte de este especial.
---7/10
Friday, 24 December 2010
Especial Cine Argentino: Conciencia Sucia - El hombre de al lado
Posted by ElChapa at 24.12.10
Labels: Cine Argentino, Especiales
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1 comment:
A mí El hombre de al lado me fascinó. Me hubiera encantado que pudiera irse a los Oscar, pero claro Carancho es más oscarizable y había que ir a lo seguro.
Me encantó también el análisis que haces tan detallado no solo del film sino de su fenómeno. En lo que no estoy tanto de acuerdo es en un par de cosas: 1º que no veo ese cambio que decís como algo negativo, ni siquiera para el espectador promedio. He prestado sabido de amigos y familiares que la fueron a ver- pensando que era una comedia por estar Araoz en ella, sí- y salieron encantados, cuando yo hubiese pensado que no.
2º Para mí el final no fue para nada obvio, y es que justamente el personaje de Araoz es tan extraño- nunca sabés si es bueno, loco, exagerado o todo junto- que pensás que la cosa va a correr desde otro lado. Incluso en eso, siempre lo destaco, actuó genial el trailer!!
En fin ahora me voy a leer las otras dos, pero te aviso que no las vi todavía asique mucho no puedo opinar. =D
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